Transformamos lo ajeno
Siendo siembra y cosecha, tiempo y espera. Siendo hierro y piedra, siendo tierra y aire, el abrazo convertimos en lenguaje sintiéndonos muy cerca. Los párpados cansados aplaudieron en el silencio de lo que parecía ser un callejón sin salida.
Descubrir en un cerrar y abrir de ojos que se atascan las puertas de nuestros hogares, sin embargo, nuestras ventanas son ahora también las ventanas vecinas. Ver el rostro de quien no conoces pero hoy siente lo mismo que tú.
Contracorriente fuimos siempre los que sabíamos que si algo mueve el mundo es el sentido y el sentir común que nos ha traído hasta aquí, como grupo, como individuos, llámalo como quieras, pero contra viento y marea pertenecemos a una especie que ha sobrevivido por actuar en beneficio colectivo, no individual.
Contra todo pronóstico hemos mirado de frente a la libertad y por fin le hemos preguntando qué significa. Aunque todavía no sepamos la respuesta, ahora sabemos que es algo más que movimiento.
Quizá, y solo quizá, tenga más que ver con ese aire que nos compone los días y las noches, con ese sentir común, llamémosle alma.
Si algo hemos hecho estas últimas semanas es hacernos preguntas y si la libertad habita en la pregunta, no en cualquier respuesta: ¿hemos sido entonces más libres que nunca? ¿Hay acaso algo más liberador y valiente que mirar al miedo a los ojos y enfrentarte a algo de lo que no te creías capaz?
Siendo hierro y tierra, siendo piedra y aire, contra todo pronóstico, hemos hecho que lo esencial ya no sea invisible a los ojos, que la vida valga más que la economía mundial.
Nadando a contracorriente hemos descubierto que hay algo del otro que también es nuestro y que soltando lo propio, transformamos lo ajeno.
Loredana Cacucciolo
Fotografías de Carlos Infante Luna.
IG: my__world__vision
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